Angus Cullen................Voz
John Heyworth............Guitarra eléctrica y acústica, voz
Iain Clark......................Batería
Kevin McCarthy............Bajo
Peter Jennings.............Órgano, mellotrón, piano
1ª cara:
- To play your little game
- Winter is coming again
- Time for bed
- Cressida
- Home and where I long to be
- Depression
2ª cara:
- One of a group
- Lights in my mind
- The only earthman in town
- Spring' 69
- Down down
- Tomorrow is a whole new day
Esta es una de esas bandas a las que se les reconoce bastante bien su origen, su personalidad, sus raíces en el rock sinfónico primigenio, con un estilo de proto-prog, que comulga perfectamente con el realizado por otras formaciones coetáneas como CARAVAN, que además se convertiría en uno de los baluartes de un movimiento que surgió a finales de los 60 y principios de la década de los 70, acuñado con el nombre de Sonido Canterbury, y que a nadie que esté interesado por estas músicas se le escapa ya. Pero hubo más jóvenes que enarbolaron la experiencia, llevándola unos u otros hacia diferentes facetas musicales. SOFT MACHINE, MATCHING MOLE, NATIONAL HEALTH, etc, encauzados por sendas más experimentales e imprevisibles, auténticos monstruos del virtuosismo. Luego, combos como SPRING, CARAVAN, FANTASY y los mismos CRESSIDA se inclinaron por otros derroteros en pos de un sonido más melódico y menos exigente en cuanto a innovación, pero también muy elaborado, dejando la fantasía en mayor medida al Hammond utilizado por su teclista.
Nuestros amigos de CRESSIDA se constituyen oficialmente en marzo de 1968, en plena época hippie, y es que algo de ella se desprende en su forma de interpretar la nueva ola que proviene de la zona de Canterbury. Inicialmente se les denominó CHARGE, incluyendo en su repertorio covers de THE DOORS, DRIFTERS y SPIRIT junto a otras composiciones originales. Tras una serie de conciertos y sesiones conseguirán un contrato de grabación con el sello Vertigo, volcados en conocer bandas innovadoras y afines a sonidos experimentales a las se les intuya un potencial por explotar. En ese instante es cuando deciden cambiar su nombre a CRESSIDA, tras sustraerlo de una obra de William Shakespeare, coincidiendo con el abandono de su teclista original que decide no continuar al frente.
Los primeros conciertos con su nuevo alias fueron en Alemania, tierra afín a las nuevas fórmulas de rock, acompañando a gente que empezaba a hacerse un hueco en el espectáculo como COLOSSEUM, EAST OF EDEN, durante el otoño de 1969. Pero donde más se prodigó fue en los circuitos universitarios, así como en los clubes de Londres, escenarios de aforo más bien limitado, donde emergían, y bullían las nuevas experiencias. Dentro ya de su casa discográfica Vertigo atravesaron un mal momento cuando a principios de 1970 se ve obligado a marchar su primer guitarra John Heyworth, dejando algo tocado al grupo, después de firmar el debut discográfico con gran profesionalidad, debido a asuntos personales. Si a esto le sumamos que Vertigo no va a continuar respaldando al proyecto incomprensiblemente, sin razón clara, la situación se hace precaria, un profundo bache que no van a poder sortear, de manera que a pesar de su buen hacer, todo se va al carajo y se produce la disolución irreversible. Su segundo álbum de estudio se lanzaría ya en septiembre de 1970 tras la desaparición. Inesperadamente 40 años después de esta despedida se ha publicado un álbum conteniendo material de su primer trabajo y algunos cortes no incluidos, singles, etc. y parece que promete ser interesante.
Su homónimo disco inicial es una obra que respira ilusión y una cierta inocencia musical en la que triunfa sin duda alguna la aparición de un órgano Hammond omnipresente y absorbente encargado de dominar la escena de las composiciones con mayor protagonismo, se embarca en un torrente de notas aceleradas en ascensos y descensos sin un esquema claro, producto de la improvisación y cierto aire experimental de jazz. Esto supone todo un regalo para los sentidos. En otras fases el órgano dará paso al mellotrón, otro instrumento que estaban descubriendo y del que van a sacar partido.
Le acompaña fielmente una base rítmica enérgica de ritmos vivos, frescos y vertiginosos, con rápidos giros sin aliento muchas veces, cambiando constantemente el tempo. La guitarra eléctrica es suave pero aguerrida con un trasfondo psicodélico que arrastran del hippismo sin haberse despojado definitivamente de sus vestiduras. En cuanto a la acústica, está muy activa y la encontramos en muchas ocasiones interpretándose con suavidad y punteos que suponen delicados instantes. No es para menos la voz, que aporta también calidez y melodiosidad al entorno con una entonación clásica del Canterbury, haciendo que funcione frecuentemente como un instrumento más, en lugar de hacer de conductor de la trama o nexo de unión.
El primitivismo de rock sinfónico existente se demuestra en una producción sencilla, sin apenas arreglos dignos de mención, sin efectos, muy purista en su concepción de sonido limpio, todo un producto natural directo al cerebro. También refuerza este concepto su sonido carente de variedad, todos sus temas se mueven en un fondo creativo muy similar, partiendo del órgano y dejando que se desarrollen con cierta experimentación la performance de los tracks, sin esquema claramente establecido, sin fases claramente determinadas, no hay estratos que nos embarquen en otras dimensiones. Es el triunfo de la improvisación por encima de un trabajo madurado. Melodías desenfadadas, nada pretenciosas donde la percusión y la guitarra se ocupan de establecer diferencias para hacer la travesía menos monótona, tratando de compensar el excesivo peso de las teclas.
Caterva de buenos músicos a los que les falta un grado de maduración, compensado con el buen conocimiento de que tienen de sus respectivos instrumentos y la frescura que imprimen los inicios de la creatividad. Piezas compuestas en compases clásicos de 4/4 donde las piezas, más que piezas parecen extractos, sin un principio y un fin claros, donde se echa de menos algún elemento que aporte un desequilibrio, ideas no llevadas a toda su plenitud. A veces el órgano se queda solo componiendo un monólogo sobre el silencio que hay bajo su presencia. El disco termina con un tema en el que el mellotrón y las voces generan posiblemente el único episodio épico de todo el viaje.
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