Paul
Gurvitz..................Voz y bajo
Graeme
Edge................Batería
Adrian Gurvitz...............Guitarras,
teclados y voz
1ª cara:
- Paradise ballroom
- Human
- Every body needs
somebody
2ª cara:
- All is fair in love
- Down, down, down
- In the light of
night
- Caroline
Este es uno de esos inventos al
que le queda bien la etiqueta "Juan Palomo, yo me lo guiso y yo me lo
como", y es que los hermanos Gurvitz, una vez más se sacan de la manga
otro proyecto "con gancho", esta vez junto al que fuera batería y
compositor de los MOODY BLUES
durante su etapa más interesante, Graeme Edge. Es curioso que el nombre de la
banda este exento del apellido Gurvitz y solo aparezca como la banda del
baterista. Adrian y Paul vuelven a la carga, y es que todo lo que tocan lo
convierten en oro.
En el caso que nos concierne hoy,
se asegurarán de que el resultado final no defraude, y para ello que mejor que
una producción de auténtico lujo con un despliegue de medios sin límite. Para
obtener mayores garantías reclutan un regimiento de músicos e ingenieros a su
servicio, incluido Paul Gurvitz que
colaborará y decidirá en las cuestiones necesarias, el objetivo realizar una
producción impecable y perfecta que envolverá las melodías otorgándoles una
brillantez y unos detalles claves para el éxito, que será dirigida
definitivamente por Graeme y Adrian.
Su esencia está contagiada de
influencias de la música disco en auge por aquel entonces, del funky y mayoritariamente
de las creaciones y desarrollos llevados a cabo por la ELECTRIC LIGHT ORCHESTRA, que triunfa con sus sinfonías y sus
complejos arreglos transformándolos en los reyes de la escena rock acabando la
década.
Los gastos no son pocos y no se
escatima, llegando a grabar partes orquestales en un estudio al otro lado del
charco. Pero lo que es innegable es que a lo largo de toda la obra la
producción es desbordante, virtuosa y elemento esencial, ya que las
composiciones son más bien patrones sencillos y accesibles que se escuchan fácilmente
y que se quedarían cojas de no ser por todo lo que les rodea. Temas bonitos que
nadan en acordes y notas agradables lejos de intentar cualquier experimento o
disonancia evitando el riesgo y la apuesta, siempre dentro de la corrección que
en algunos episodios se torna en sonido romántico exagerado y ñoño (Caroline/In the night of the light).
Aún con todo la apuesta no deja de ser un disco que está más cerca de la
mediocridad que del despunte como genialidad y que salva el tipo por la
magnificencia de la aureola que lo recubre. Disco de rock sinfónico sin más
donde la pretensión es conseguir vender un proyecto que guste al mayor número
posible de oyentes.
Debo romper una lanza en favor
del carismático Adrian Gurvitz porque como hombre cumplidor que es, su guitarra
está a un nivel aceptable y con ella los temas ganan contribuyendo a conceder
más frescura y garra ante melodías demasiado planas.
Disco atractivo pero artificial ,
que deja indiferente al consumidor más radical o exigente que busque más
profundidad, sorpresa e innovación.