"George Harrison, en diciembre de 1980, tras el asesinato de John Lennon, creyó que también él estaba condenado a morir violentamente. Así que se encerró en su mansión de Friar Park. Se gastó fortunas en seguridad en toda la enorme casa y jardines adyacente. Incluso cambiaba de número de teléfono cada semana e hizo que le diseñaran una serie de alarmas extravagantes.
Un año después, en 2001, George Harrison creyó que había vencido al cáncer de pulmón. El guitarrista, que había sido un fumador empedernido, de tres cajetillas de tabaco rubio inglés cada día, respiraba tranquilo hasta que, en una revisión rutinaria, le detectaron que el cáncer se le había traspaasado nada menos que al cerebro, con dos tumores. Pocas semanas después el guitarrista de los Beatles apenas podía andar unos pasos. Era la primavera de 2001.
(El Sargento Pepper nunca estuvo allí) Julián Ruiz
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